Juan Carlos Alom | Buzzart Gallery, Miami

Published in Arte al Día International, 2012.

Por Willy Castellanos Simons

La exhibición 1989-2011: Fotografías de Juan Carlos Alom -uno de los autores cubanos de mayor poder iconográfico en el panorama de la isla-, abarca diferentes instantes de una trayectoria abundante en temas y modos diferentes de proyectar el quehacer fotográfico.

Más que a una recapitulación, el conjunto invita a un estudio de las zonas menos conocidas de la obra de este autor, en especial, aquellas propensas a la instantánea y al registro documental. Resaltan por su carisma visual, una serie de retratos de los primeros años, imágenes que ahondan en la psicología de un sujeto que posa en ambientes cotidianos o en espacios sugerentes, cargados de historias que vagan en la atmósfera objetual del lugar. Otras más recientes, conjugan el desnudo y la magia del encuentro con una sensualidad que matiza de modo singular cualquier registro de la cotidianidad. Una serie de fotografías a color -las únicas en la muestra- reúne los atípicos retratos de un conjunto de ancianos que posan semi-submergidos, en las aguas de una playa habanera. Es ese componente documental del trabajo de Alom que sostiene su estilo, dándole cuerpo y solidez a una visión de la fotografía construida desde el dominio pleno de los recursos y las expectativas del medio.

En otro segmento de la galería se agrupan las indagaciones artísticas y sus intersecciones, o los intentos por llevar la imagen del dato espontáneo a la experimentación dialógica. Y es que la muestra reúne algunos de aquellos trabajos inolvidables que se exhibieron en los noventas bajo el título de Olordumaré y la Sagrada familia, y que abrieron un espacio multicultural en una fotografía cubana que se erguía en bloque como Zóon Politicón, pero que comenzaba una apertura hacia nuevos sistemas conceptuales entre los que figuraba el desnudo – un género ausente del quehacer artístico en las primeras décadas del triunfo revolucionario. Fotógrafos como Martha María Pérez, René Peña o Juan Carlos Alom, encontraron un espacio de reflexión en torno al cuerpo desnudo, no como proyecto compositivo sino como herramienta de expresión elíptica, capaz de articular un grupo de nociones más cercanas a la subjetividad autoral que a la ideología del contexto.

En Albahaca, Ruda y Romero que de la tierra naciste y no fuiste por mano sembrada (1992), la causalidad del registro instantáneo es reducida al mínimo: el fotógrafo interviene previamente el espacio convirtiéndolo en escenario de una acción original. Alom trabaja en la gestualidad y en las relaciones proxémicas, estableciendo las claves para una interpretación simbólica de la sociedad a partir de un conjunto de asociaciones que nos llegan como citas, desde los más diversos confines del saber: desde las leyendas campesinas hasta las cosmovisiones amerindias; o desde las religiones afrocubanas hasta las historias de negros esclavos y carnavales en los tiempos de la colonia.

La cámara de Alom parece registrar el documento de un tiempo no-histórico en la Cuba indómita del cruce de los siglos: un tiempo tan suspendido en la fusión de los ritos del eros y las creencias ancestrales, como en los mitos del acercamiento y sus complicidades. Su lente capta esa cubanidad pujante que se expresa en lo intercultural y que se entrega, diáfana, al margen de las ideologías.