CABEZA FOCUS LOCUS
  • AN ALUNA CURATORIAL COLLECTIVE PROJECT FOR CONTEMPORARY PHOTOGRAPHY

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Exodus: a missing page in history

Booth 100 | Miami Beach Convention Center | 1901 Convention Center Dr.

(A curatorial project invited to inaugurated PhotoAmericas section in ArteAmericas 2012)

Curated by Adriana Herrera

Exodus: a missing page in history”

By Adriana Herrera

 The images shown in Exodus, are endowed with the power to shock that documentary material attains when, challenging the hegemonic, it recounts big history from perspectives which differ from those of power and its discourses, but which are closer to the forgotten epic of a people’s history: a much more real vision of the destinies of common people, reinventing their own lives.

Castellanos was faced with the dilemma of whether or not to record the stampede of the multitudes that in 1994, turned lots, sidewalks and beaches in Havana into improvised boatyards where they built rubber rafts, ropes and rags which they carried on carts, bicycles or on their shoulders to the coast, from where they ventured out into the sea without the government preventing them from traveling northward.

Despite the precariousness of the materials available at that time, during the “Special Period”, and without being deterred by the impossibility to exhibit, he chose to be a witness. And producing day after day the photographic documentation of that exodus of which he knew he must provide recorded evidence, he crossed an unusual frontier in the history of documentary work in the island. For this reason, critic Juan Antonio Molina states: “If a photographic practice deserves being called post-documentary in the Cuban context, such practice is precisely the one that Willy Castellanos engaged in during that summer of 1994.”

“Exodus” documents the exhaustion of the last utopia of the 20th century, and it reconstructs, in the manner of a montage, sequences that include the construction of the rafts, the rites of farewell, and the moment when a wandering crowd assumes the leading role in the epic of the departure that marks a sort of end of its history, without any certainty about the possibility of a new beginning.

The images contain the extreme vulnerability of the characters in Gericault’s “The Raft of the Medusa”. But they also contain the unlikely hope of a portion of humankind ready to reach, whatever the cost, a new territory where life can flourish.

In this sense, “Exodus” is also the chronicle of a wound that remains open, and it refers us to all those who at this very moment, in any part of our Blue Planet, are also traveling northward, struggling against the winds of emigration.

Español | Exodus: una página extraviada de la Historia

Por Adriana Herrera Tellez

Las imágenes de Exodus, tomadas en La Habana por el fotógrafo Willy Castellanos, poseen esa fuerza de conmoción que alcanza lo documental cuando recuenta la historia desde perspectivas no sólo alternas al poder y sus discursos, sino cercanas a la épica olvidada de una historia escrita en minúsculas: una visión mucho más real y humana de los destinos de la gente común, reinventándose la propia vida.

Castellanos enfrentó el dilema de registrar o no la desbandada de las multitudes que en 1994 convirtieron solares, aceras y playas de La Habana, en astilleros improvisados donde fabricaron balsas de gomas, sogas, y harapos que transportaron hasta la costa donde se aventuraron al mar sin que el gobierno les impidiera partir hacia el norte.

Contra la precariedad de materiales de ese tiempo del Período Especial, y sin considerar la imposibilidad de exhibir su trabajo, eligió ser testigo. Y haciendo día tras día el documento fotográfico de ese éxodo frente al cual supo que debía “dejar constancia”, cruzó una frontera inusitada en la historia del documentalismo en la isla. Por ello, el crítico Juan Antonio Molina afirma: “Si una práctica fotográfica merece la denominación de postdocumentalista en el contexto cubano, es precisamente la que asumió Willy Castellanos en aquel verano de 1994”.

Exodus documenta el agotamiento de la última utopía del siglo XX y reconstruye, a modo de montaje, secuencias que incluyen la construcción misma de las balsas, los ritos de despedida y el instante en que una multitud errante protagoniza la épica de la salida que marca un fin de su historia, sin ninguna certidumbre sobre la posibilidad de un nuevo comienzo.

Las imágenes contienen la vulnerabilidad extrema de los personajes de La balsa de la Medusa Gericault. Pero también la inverosímil esperanza de una porción de la humanidad dispuesta a alcanzar a cualquier precio otro territorio para la vida.

En ese sentido, Exodus es también la crónica de una herida que permanece abierta y nos remite a todos aquellos que en este preciso instante, en cualquier parte de nuestro planeta azul, viajan también rumbo Norte, enfrentando los vientos de la emigración.

Rumbo Norte, más allá del muro azul

por Willy Castellanos Simons

Ante todo está El Mar. Una inmensa y compacta masa de limbo azul. Primero claro, después celeste, turquesa a veces, o si no azul, tremendamente azul. Dentro de él, el frescor y la levedad. Fuera de éste, el sol hiriente, la brisa y la incómoda sensación del salitre en la piel. Para los que nacimos en la portuaria ciudad de La Habana y tal vez para muchos cubanos, el mar es una constante obsesiva. Cada día solemos caminar  “hacia”  o  en “dirección contraria”  al mar; paralelo a la costa, en camino hacia la desembocadura o simplemente, cruzando la bahía, ese otro  mar, diminuto océano y bosque de grúas, oportuno refugio de viejos  lanchones y enjambres de transeúntes y turistas. El mar nos rodea, nos define, su contagiosa aroma penetra poros y sentidos. El mar nos limita, nos envuelve; el mar nos encierra…, es el Muro Azul.

Después están los barcos que llegan y se van, navíos de toda clase a través del tiempo. Cuba es La llave del Caribe, una parada -una partida- necesaria, una encrucijada abierta a todo destino. Norte, sur, este, todos, incluso Roma. Gente que viene y que va, rostros de todas partes. Carabelas españolas, mástiles y cañones ingleses, barcos negreros y naves filibusteras. Vapores repletos de europeos, insalubres bodegas atestadas de asiáticos. Cruceros americanos, cargueros soviéticos, lanchas torpederas, botes guarda-fronteras; y luego están las balsas. Gentiles y frágiles, balsas de viejos maderos y velas de harapos,  infladas de ilusiones, tejidas de esperanzas. Músculos y mareas, vírgenes y estampitas. Balsas que cruzan el muro azul sobre la blanca espuma de las crestas. Algunas “arriba”, bajo el sol hiriente, la brisa y la incómoda sensación del salitre en la piel. Otras abajo, en el frescor y la levedad, en el limbo azul. Balsas que viajan sin boletos de regreso, poca isla para tanta búsqueda, muchos sueños para tanto mar.

Por último, el Artefacto –la cámara-  y el individuo. El primero, engulle como tragante de bañadera los diferentes instantes de la realidad. Éstos penetran en fila india por el embudo del lente, uno tras otro. Detrás del artefacto, del escudo metálico, se refugia el individuo, el operador. Sus postales no prueban nada, tan solo que  estuvo ahí en el lugar de los hechos, intentando establecer un dialogo  afectivo con la realidad.

Todo se confunde en el tiempo. Fuera del olvido, solo han quedado algunas huellas: aquel persistente aroma de mar, mezcla de caracoles, estrellas y otros matices que los peces han dejado escapar. Voces de gente que se despide, ruidos de tablas que crujen, risas y lagrimas, canciones que se alejan, el recuerdo de la brisa costera y sus caricias; pero sobre todo, el omnipresente color de aquella masa compacta e infinita, el limbo azul.

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