CABEZA ALUNART
  • An alternative Art Space of Aluna Curatorial Collective

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José Antonio Navarrete. Art Media, Miami.

Arte al Día International | Dec. 2014

By Willy Castellanos

Translation Cora Sueldo.

In an interview published in A Brief History of Curating, Lucy Lippard outlined certain motivations and challenges associated to critical thinking: “I’ve always been attracted by the impossibility of writing about visual art and that’s what tempted me to do it.” Perhaps a similar challenge was present in the photographs that comprise art critic and curator José Antonio Navarrete’s exhibition, Lo que las imágenes pueden hacer (What Images Can Do). An interesting aspect of this exhibition is the alternative of conceiving a concrete space in which the curatorial thesis is outlined not only on the walls but also from artistic practice as such. Since in fact, in this case, the curator or producer of art theory – if we consider curatorial creation as such – is a producer of visual messages who uses photography as a theoretical and expressive tool on two counts.

The pretended split between art criticism and art production had already been questioned in the 19th century by Oscar Wilde in The Critic as Artist. Since then, contemporary practices have got us used to all kinds of migrations and exchanges in the roles traditionally established by the Industrial Revolution and its productive division of labor. In recent decades, these procedures have given substance to the production of photographers like Allan Sekula and Martha Rosler, in whose works it is impossible to mark the boundary between theoretical production and visual creation, joint instances of a body of images, which is doubly expressed through the iconic and the literary.

Lo que las imágenes pueden hacer goes back to the figure of the photographer as an archaeologist and a traveler. Navarrete’s essay functions as a record of his travels but also as a timeless display of three instances of work and meanings: the modification of a space appropriated by the author via his personal objects, the artistic record of this “resulting reality”, and the convergence of all three in the gallery, with the interpretative complicity of the viewer.

Certain images elicit more narrative readings; others unleash poetic associations. As in the photographs of performances, the objects dramatize the absence of the author, and they are exhibited as traces or extensions of his body. The logical sequence of the exhibition includes a moment of evident visual rupture: the inclusion of two photographs by José Tabío, a historical author inscribed within Cuban modernism.

Perhaps this dissonant “wedge” functions as an “undesirable body” (Foucault) meant to alter the utopian notion of the whole, transforming the ensemble into a “possible space”, an author’s construction. And if this sense of ambiguous authorship establishes an intense game of associations that functions on the same level as the photographs, it is in the relational phase of the project that the image participates with all the polysemy of its symbolic weight. Lo que las imágenes pueden hacer is not only an analysis of perceptive processes but it is also an invitation to conceive the author’s intentionality in the construction of a message which is naturally open to multiple readings. As Borges would say: “There are as many Quixotes as there are readers of Cervantes.”

Credit: Untitled #1/Sin título#1, 2012.

Glasses/Anteojos, Central Park, New York, November/Noviembre, 2012

José Antonio Navarrete | Art Media, Miami

Por Willy Castellanos

En una entrevista publicada en Breve Historia del Comisariado, Lucy Lippard esboza ciertas motivaciones y desafíos del pensamiento crítico: “Siempre me ha atraído la imposibilidad de escribir sobre las artes visuales, y eso mismo es lo que me ha tentado a hacerlo”. Tal vez un reto semejante estuvo presente en las fotografías que componen Lo que las imágenes pueden hacer, del crítico y curador José Antonio Navarrete. Si un punto interesante tiene esta exposición, es la alternativa de concebir un espacio concreto donde la tesis curatorial se esboza no solo en las paredes, sino desde la práctica artística como tal. Y es que, en este caso, el curador o productor de teórica artística –si consideramos la creación curatorial como tal- es por partida doble, un productor de mensajes visuales que usa la fotografía como herramienta teórica y expresiva.

La pretendida escisión entre crítica de arte y producción artística ya había sido cuestionada desde el XIX por Oscar Wilde en “El critico como artista”. Desde entonces, las prácticas contemporáneas nos han acostumbrado a toda clase de migraciones e intercambios en los roles tradicionalmente establecidos por la revolución industrial y su división productiva del trabajo. En las últimas décadas, estos procedimientos han dado cuerpo a la obra de fotógrafos como Allan Sekula y Martha Rosler, en cuyos trabajos es imposible deslindar la producción teórica de la creación visual, instancias conjuntas de un cuerpo de imágenes que se expresa desde lo icónico y lo literario por partida doble.

Lo que las imágenes pueden hacer, retoma la figura del fotógrafo como arqueólogo y viajero. El ensayo de Navarrete funciona como registro de sus viajes pero también como un despliegue atemporal de tres instancias de trabajo y de significados: la modificación de un espacio apropiado por el autor con sus objetos personales; el registro artístico de esta “realidad resultante” y la conjugación del todo en la galería, con la complicidad interpretativa del espectador. Ciertas imágenes invitan a lecturas mas narrativas; otras, desatan asociaciones poéticas. Como en la fotografía de performances, los objetos escenifican la “presencia-ausencia” del autor y se exhiben como huellas o extensiones de su cuerpo.

La secuencia lógica de la exposición incluye un momento de evidente ruptura visual: la inserción de dos fotografías de José Tabío, un autor histórico de la modernidad en Cuba. Tal vez esta “cuña” disonante funcione como “cuerpo indeseable” (Foucault) dispuesto para alterar la noción utópica del todo, convirtiendo el conjunto en un “espacio posible”, en una construcción autoral. Y si este sentido de ambigüedad autoral establece un juego intenso de asociaciones que funciona a la par de las fotografías, es en la fase relacional del proyecto donde la imagen interviene con toda la polisemia de su carga simbólica. Lo que las imágenes pueden hacer, no solo es un análisis de los procesos perceptivos sino una invitación a concebir la intencionalidad del autor en la construcción de un mensaje abierto por naturaleza, a múltiples interpretaciones. Como diría Borges: “Hay tantos Quijotes como lectores de Cervantes”.

 

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